Monday, October 18, 2010

CONSENSO MINIMO, PASO GRANDE, Por Leonardo Calvo Cárdenas

Leonardo Calvo Cárdenas
Historiador y politólogo
(tomado del semanario digital Primavera de Cuba)

Un nuevo esfuerzo de concertación coherente se abre paso por estos días en el complejo escenario político nacional. Seis cientos cuarenta y siete ciudadanos, miembros de diferentes entidades de la sociedad civil independiente, han dado a conocer en La Habana un llamado-demanda que en mi criterio reviste una enorme significación de cara a la necesaria reconstrucción democrática de nuestro convulso y desgarrado país.

Consenso Cívico, que así se nombra la propuesta, demanda a las máximas autoridades simplemente el reconocimiento legal de las instituciones de la sociedad civil independiente y la ratificación de los Instrumentos jurídicos internacionales que protegen y promueven los derechos humanos firmados por el gobierno cubano en febrero del año 2008 (Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales).

La presentación de la propuesta se acompañó de varias comunicaciones de solicitud de apoyo a importantes actores e interlocutores sensibilizados y comprometidos con el presente y futuro de Cuba.

En una sociedad como la cubana, enferma de protagonismos caudillistas y colmadas de extremismos maximalistas, que desde la ausencia de un mínimo espacio pretenden transformar la realidad de un solo plumazo, esta iniciativa se me antoja como una alentadora muestra de útil y necesaria madurez.

La iniciativa Consenso Cívico adquiere valor trascendente en tanto desmonta los patrones impugnatorios del régimen cubano, puesto que más de seis cientos civilistas comprometidos como promotores de una propuesta que ya se extiende por todo el país ganando muchos más adeptos no son fácilmente acusables de grupúsculo, ese calificativo con que las autoridades de La Habana pretenden siempre restar crédito y legitimidad a sus adversarios.

La legitimidad de los proyectos y propuestas cívicas no requieren de convocatorias masivas, basta la independencia real y un interés u objetivo definido a promover o defender para que nada legal pueda detener el ejercicio de la potestad cívica.

De cualquier manera cuando los gobernantes cubanos tildan de grupúsculos a sus oponentes hacen gala de una pobre memoria histórica al no recordar que sólo poco más de una docena de cubanos fundaron el primer partido comunista de la Isla aquel 16 de agosto de 1925 o que los animadores iniciales de Consenso Cívico somos cuatro veces más de los que el máximo líder pudo reunir aquella noche aciaga del 26 de julio de 1953 para matar compatriotas inocentes en el Cuartel Moncada y el hospital Saturnino Lora.

Valor incalculable reviste esta propuesta porque de ponerse en práctica las medidas que solicita sin contradecir, al menos en principio, los presupuestos legales y estructurales vigentes transformarían radicalmente los patrones de convivencia ya arraigados por medio siglo en nuestro país. Con la legalización de las instituciones de la sociedad civil el ciudadano como sujeto social podría adquirir nueva dimensión y protagonismo en la determinación de su propio destino y en la defensa de sus intereses individuales o grupales.

Por su parte la ratificación de los pactos y los pasos que de esto dimanen colocarían al ciudadano en una condición nueva con relación al Estado y sus instituciones y sobre todo ante una nueva perspectiva de promoción, incorporación cultural y protección de sus derechos y potestades ciudadanas.

La historia ha demostrado de sobra que a las autoridades cubanas poco les importa el destino de Cuba y mucho menos su responsabilidad para con la nación que dicen representar por lo que los promotores y animadores de Consenso Cívico nos enfrentamos al enorme reto de poner en tensión toda nuestra imaginación y potencialidades para evitar que nuestra iniciativa siga el conocido ciclo de presentación-publicidad-más o menos impacto mediático-agotamiento para luego desaparecer victima de la ausencia de sensibilidad y voluntad política del alto liderazgo de La Habana.

De hecho nos encontramos ante el reto enorme pero indeclinable de alcanzar el más amplio respaldo ciudadano para la iniciativa y así demostrar a observadores e interlocutores influyentes que en Cuba existe más que necesidad, deseos y voluntad de cambios esenciales aunque no traumáticos ni confrontacionales, cambios que desde la racionalidad y el más consecuente humanismo, que lleven a Cuba por la senda de la reconstrucción democrática, el respeto a la dignidad humana y el bienestar compartido y con justicia.

Consenso Cívico comienza su andar, firmeza, determinación, compromiso y fe son las armas con que cuentan sus animadores para enfrentar el reto enorme pero indeclinable de demostrar al pueblo cubano, al adversario y a los demócratas del mundo, no solo lo que queremos si no también lo que podemos.


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